Mucho se ha especulado sobre las consecuencias que ésta y otras caricaturas japonesas provocan en la vida de nuestros niños y jóvenes. Los productores, creadores y distribuidores coinciden que estas caricaturas no son para nada peligrosas y dañinas. Sin embargo varios estudios han demostrado todo lo contrario, y las preocupaciones de los padres de familia y maestros desgraciadamente tienen fundamento. Algunos científicos la han llamado La Gripe Pokémon, la gran epidemia infantil del milenio.
Y han visto que los niños que están en contacto muy continuo con la caricatura, video juego y souvenir, presentan un gran desajuste emocional en su conducta. Los convierte en violentos, rebeldes, introvertidos, poco amigables, flojos y obsesionados con los personajes de dicha caricatura (se parecen estas singulares características, a las de otro joven, ¡claro! son las mismas características que las del creador de estos personajes). ¿Es bueno que nuestros niños estén en contacto con esta caricatura? Yo creo que no. Pues no soy el único loco que ha denunciado esto, muchos creen que he tomado un tema amarillista para explotarlo, pero los que piensan de esta manera están subestimando al enemigo, pues él si esta buscando destruir a nuestros niños, pues sabe que si logra que los niños de esta generación se obsesionen con un personaje ficticio, y crean más en el poder que le dan unas tarjetas inanimadas que Dios mismo, serán jóvenes susceptibles a cualquier influencia satánica.
Un niño al estar en contacto con estos juguetes, cromos, souvenir, crea una obsesión, que los lleva a rendirle culto a estos monstruos. Ha amarlos, venerarlos, cuidarlos y respetarlos. ¿Esto estimula la violencia? Claro, los psicólogos coinciden en que estos sujetitos tienen algo que motiva este sentimiento en la vida de los niños.
Ejemplos:
Se han dado ha conocer algunas situaciones que han llevado a pensar a los padres de familia, profesores y psicólogos que Pokémon tiene un trasfondo muy dañino. Las agencias de noticias como Infosel, Notimex, CNN y CBS han informado de hechos verdaderamente alarmantes:
Como el de un niño de 11 años que golpeó con un bat a su profesor por haberle quitado unos cromos de Pokémon.
El de una niña de 13 años que apuñaló a su hermana de 7 años, por que esta le rompió sin querer una tarjeta.
O la que se registró hace pocos días, cuando un niño mató de un balazo en la cabeza a otro niño enfrente de sus compañeros de escuela, al éste no querer darle una tarjeta, con la cual el completaría su colección.
Aunado a esto las miles de quejas que se han registrado de los profesores al decir, que en las escuelas hay un mercado negro similar al de las drogas para conseguir dichas tarjetitas, en este mercado negro se consiguen tarjetas falsas, pero muy similares a las originales y tienen un costo de hasta 125 dólares. Y de las originales de hasta 300 dólares. España y algunas ciudades de Estados Unidos han pedido a sus respectivas autoridades que controlen la promoción de dicha caricatura.
Algunos países analizan la idea de prohibir de una vez por todas cualquier exhibición y promoción de dicha caricatura. Esto no es tan solo un fenómeno social, es una estrategia demoníaca, para insensibilizar e influir con su mensaje en la vida de los más débiles y de esta manera sean más susceptibles a entender y comprender los planes del enemigo y no puedan entender lo que Dios desea para ellos.
Pero no es tanto la violencia lo que asusta a los psicólogos de Estados Unidos, sino la obsesión de los niños. Desde Caperucita Roja, todos los cuentos infantiles tienen miedo, violencia y muerte; lo nuevo y quizá perverso de Pokémon es que su fundamento es la necesidad de acumular, cuantas más cartas tienes, más poder tienes. El eslogan del fenómeno es claro y concreto: Las tengo que conseguir todas. Esto ha provocado en el chico una conducta obsesiva al desear conseguir todas las cartas y de esta manera tener el control sobre los demás.
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